viernes, 13 de julio de 2012

Oasis para desiertos (despedida y cierre de Regardé)


   Regardé será pronto un páramo digital, un desmonte cibernético donde campen los ratones del abandono, porque esta será la última entrada  (sorbiendo mocos incipientes y lágrimas abundantes lo digo) de este puto blog. Nacido de un traspié, este compendio de quejas, pegas y objeciones baja la persiana.  Cuando lo abrí el julio pasado, no pensé que durara más que mi baja laboral -por el traspié- ni que alcanzara a ser leído más que por mis amigos. En cambio, ha sobrevivido bastante más de lo esperado, aunque haya sido difícil mantener la regularidad de "posteo"  (soy pluriempleado, aunque puedo decir en mi descargo que uno de los dos trabajos exige el pluriempleo :no acaparo trabajos que podría hacer un parado, quiero decir) y ha llegado a la sorprendente cifra de las 10000 visitas, que no es nada en la red, ya lo sé, pero es mucho cuando no se esperaba nada.

Lo he pasado bien y he podido escribir aquí de bastantes asuntos de los que no sé, deslizándome muy a gusto por la siempre tentadora pendiente del cascarrabismo. Seguiré haciéndolo en casa ajena cuando tenga tiempo, incordiando con mis comentarios sin criterio en algunos de los blogs que leo, pero no en Regardé. La entrada que sigue, un retrato totalmente ficticio, o sea, fiel, del escritor frustrado, valdrá como despedida. Un abrazo a los incautos que pasan por aquí y que el apocalipsis nos pille echándonos unas risas o, por lo menos, quejándonos y refunfuñando, que también alivia mucho.







Retrato del escritor frustrado (en cinco pasos)



 1.  El escritor frustrado tuvo en la infancia visos de niño prodigio, rarezas de geniecillo en ciernes. No es imprescindible que fuera un niño contrahecho, pero ayuda. Tampoco son imprescindibles los premios en concursos literarios infantiles y la admiración incondicional de profes y bibliotecarias, pero se agradecen y redondean mucho el perfil del escritor frustrado. Yo daba todo el perfil, la planta y el alzado, sin fisuras.

 

2. De adolescente, el escritor frustrado se salvó de una condena al ostracismo social por vía de insistencia: insistir en marginarte para que no te marginen, redoblar la excentricidad (tan pasmosamente normal) para encajar.

Como hacen la mayoría de los adolescentes, pero el escritor frustrado considera excepcional en él/ella, nuestro sujeto disparaba por elevación a la ficción quinceañera de la personalidad: no perdía detalle de cada uno de los mínimos giros de sus propias emociones, de sus propios gustos -el yo sobrealimentado de referencias literarias y musicales que algunos no abandonan nunca- de sus inquebrantables opiniones y de todo lo que pudiera, en fin, distinguirle como el puto genio que iba a ser.

  Ahora, si el escritor frustrado es nativo digital, hace pública toda esa concentración en sí mismo/a que es consustancial a la inmadurez y que más allá de los veinticinco es la señal más visible de la estulticia. Fotos a trasluz de sus tatuajes, de sus lecturas, de cualquier ocurrencia. En otro tiempo hacíamos lo mismo, pero en las cafeterías, bares que habríamos querido llamar poco recomendables -pero no merecían el título-y algún parque o descampado miserable, si es que se les podía distinguir.



3. Cuando, a los veintipocos, publicó su primer libro, el escritor frustrado no había abandonado las últimas certezas (suena a aquel ominoso parte de guerra: cautivo y desarmado, el escritor frustrado ha abandonado sus últimas...) y creía estar a punto de encontrar su voz, en el umbral de su Obra. Invariablemente encumbrado/a por dos polvos bien echados a cuenta de su pequeño éxito literario, el escritor frustrado era capaz de obviar la acogida displicente, si alguna, que tenían sus poemas, cuentos, novelas más allá de su pequeño círculo de iguales...En caso de tratarse de un  novelista, era –sigue siendo- imprescindible que se sintiera incomprendido por sus contemporáneos, íntimamente dolido ante las reacciones mezquinas de quienes aún no aprecian los desafíos planteados por su primera obra, por supuesto fuertemente dotada de un trasfondo teórico y un sinfín de filiaciones. Si es poeta, en cambio, venía incomprendido de casa y sus expectativas previas a la recepción de su obra difícilmente podían ser defraudadas. En todo caso, el escritor frustrado está seguro de que habrá más y mejores lectores en el futuro, grandes críticas, muchas otras obras, y si no, será culpa de los lectores, de los críticos, de la desastrosa publicidad de la editorial, del papa de Roma…





4. Rechazado su segundo libro, o a las puertas de un premio de campanillas que nunca llegará, o publicado sin pena ni gloria en un rincón aún más oscuro que el primero, el escritor frustrado se ve obligado, si tiene dos dedos de frente, a dejar la adolescencia atravesada de malditismo molón y alcohólico que trataba de alargar inútilmente. Se le plantea entonces (luego están los que se quedaron en la fase 3 y allí alcanzarán la edad de jubilación, pero de esos no hablamos aquí: ya hemos dedicado un año a hablar de gilipollas, y hoy no toca), mientras aborda una vida no dedicada a la creación, el dilema básico del escritor frustrado: dejar de escribir del todo, o solo dejar de decir que escribe.



5. El retrato debería acabar aquí, en el dilema del punto 4. Pero no suele. El escritor frustrado, hay que reconocérselo, además de follar como un campeón, es porfiado. Pasa el tiempo y él sigue escribiendo, más o menos secretamente. Y los amigos le tratan de tironear. Unos poemas en una revista. Ahora unos textos en el libro de un amigo ilustrador (y autor). Un bulle bulle, vamos. Y así durante años, lustros, décadas. A veces, incluso, y eso sí que es imperdonable, el escritor frustrado, ya fondón y absolutamente incapaz de abandonar un vicio contraído a los ocho o nueve años, piensa en llamar a ese amable poeta al que ve poco, y que tantas veces le ha ofrecido hacer de intermediario con un amigo de una editorial. Lo piensa un poco, revisa sus textos, saca el poemario, la novela que fiel al tópico guarda celosamente en un cajón, se le escapa una sonrisa al verse a sí mismo otra vez en la misma situación, y se dice “observen la tontería”

Tip traduce de inmediato:”Regardélagilipolluá





viernes, 15 de junio de 2012

No preguntes lo que el banco puede hacer por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por el banco.


1.       No enfermes. Es irresponsable, alarma a los mercados y convierte en insostenible al estado, condenado al déficit con cada uno de tus esputos. Parece mentira que aún no lo hayas entendido pese a las repeticiones: hemos estado tosiendo por encima de nuestras posibilidades.


2.       El tamaño importa: 5 millones de personas son cinco millones de hormiguitas, no hacen bulto. Un banco, en cambio, es demasiado grande para dejarlo caer. ¿A qué viene tanta queja? ¡Haber crecido, joder! No os dais cuenta de que es culpa vuestra, por piltrafillas.



3.       Si volvéis a venir al banco a molestar con plataformitas y cartelitos vamos a tener que recurrir a la OTAN. Desahuciamos a quien nos sale de los cojones, que para eso están hechas las hipotecas. Si no podéis pagar, ¿qué esperáis?, ¿que os rescaten? Ilusos.

 4. No queremos veros merodeando por aquí. De hecho, los que aún tenéis trabajo no paséis tampoco, hacedlo todo por internet, que hace calor y oléis mal. Hemos estado siendo demasiado blandos, permitiéndoos venir a hacer gestiones personalmente y pagar recibos de 9:13 a 9:27 los días que no llevan R de los meses impares en cada año bisiesto, y claro, os habéis venido arriba. Se acabó. No queremos volver a ver a un paria atravesar nuestras puertas. ¿Entendido? Mirad que todavía queda margen para quitaros algo, ¿o pensáis que sólo vais a pagar los intereses de nuestro rescate? ¿Qué creéis, que  nos vamos a conformar con otro hachazo a los funcionarios y con dejar sin sanidad a unos pocos miles de vosotros, desgraciados? No tenéis ni idea de hasta dónde podemos llegar para que paguéis lo que debemos.

martes, 29 de mayo de 2012

Fracasando, que es gerundio (un álbum) II


Hace cien años de una de las huelgas más importantes en la historia de los Estados Unidos, una historia más cuajada de luchas obreras y sociales de lo que en Europa suele conocerse (o reconocerse). De hecho, la huelga desembocaría, unos años más tarde, en una auténtica guerra: la de los empresarios mineros, y el gobierno que los protegía (qué cercano suena), contra los sindicatos y los desesperados trabajadores. No es una metáfora: una guerra con sus bombas, sus ataques químicos y sus metralletas.

 
     En estos tiempos no hace falta mandar detectives privados a saquear las casas de los mineros, o de los obreros, o de ese grupo-antes-conocido-como-clase-media. No hace falta recurrir a la aviación. No hay que encarcelar, gasear, difamar a líderes peligrosos para los tiburones. No hay una "Mother Jones" o un Hatfield. No puede haberlos. Todo funciona como la seda. No sé por qué algunos tontos nos sentimos impotentes leyendo los periódicos. No sé por qué me he acordado hoy de la guerra de las minas de West Virginia. Será cosa de la música de blues que el disco de Hugh Laurie me ha hecho desempolvar, y ahí estaba Hutchison cantando a los mineros. Será eso. Todo está bien. Es sólo culpa del doctor House.



Por otra parte, aunque viví pocos años allí, y he ido espaciando mis visitas, yo soy de un pueblo minero, que ahora tratan de desmantelar definitivamente acabando con su escuela universitaria, años después de que las minas cerraran y se convirtieran en accesibles al público. Los turistas visitan el primer piso, se asoman a la humedad y la historia de los túneles. Por debajo, cuarenta y tantos pisos más, un mundo subterráneo, un universo de galerías abandonadas. Esa fue la mina de mercurio más grande del mundo. La muerte la hizo inmensa. El trabajo, el ingenio, la avaricia, la necesidad… pero sobre todo la muerte. Un aluvión de muerte por cada tímido paso entre el cinabrio. Una carreta de dolor por cada gramo de mineral. Exactamente igual que arriba, en la superficie, sólo que en el envés oscuro y húmedo del mundo.
            Si quisiéramos imaginar cómo sería el lugar donde vivimos si todo terminara, qué quedaría de nosotros, no hay más que asomarse a los centenares de kilómetros de abandono abisal de esa mina cerrada, acercarse, callado, al silencio inconcebible de las entrañas de Almadén.

martes, 8 de mayo de 2012

Porque no engraso los ejes...


Y me lo llaman con razón. Tres semanas de abandono de Regardé. Tal vez sea una paradoja que un blog creado solo para la queja se permita semanas sin quejarse (con el superávit de motivos que hay) y hasta incluya un álbum tontamente serio (Fracasando que es gerundio, que alternará desde ahora con las entradas habituales). Pero es que son tiempos paradójicos, o para decirlo en términos que compensen mi ranciedumbre, “Súpersúper paradójicos”.

Paradoja 1. Se repite que un blog, las redes sociales, la web 2.0 en general, son la quintaesencia de la democracia, la igualdad, el amateurismo, pero curiosamente se dice también que quien no tiene un determinado número de seguidores, una actualización permanente y una presencia virtual constante no es nadie en la red. O sea, que los principios son los mismos que regían el mercado de la industria cultural de masas, con las mismas servidumbres (o peores, porque, en teoría, no había dinero de por medio –risas-) y, si cabe, un mayor carácter epidérmico y una mayor presión hacia un único ritmo de pensamiento y creación. Quien publica poco, no está. Quien piensa despacio, no es.

Paradoja 2. Algunos apóstoles de los nuevos medios no son sino grandes publicistas, bien de sí mismos (producto y agencia de publicidad en uno, y le regalamos un pesado ególatra: 3x2, como en Carrefour) o bien de sus editoriales, compañías de comunicación, o hasta de su generación. Que sí, que en la esencia misma del concepto de Generación artística o literaria siempre ha habido su parte de operación publicitaria, pero era imprescindible (qué tontos, qué primitivos) que también hubiera una obra que publicitar. Por otra parte, la sobreexposición de los artistas-vendedores crea una tercera paradoja teórico-literaria: ¿no habíamos quedado en que el autor ha muerto? Joder, con el postmodernismo…nunca había visto yo tanto autor, tanta autora, tanta autoritas y autoría arremolinadas como en este tardopostcibertultralíquidopostmodernismo, o sea que va a ser verdad que el autor no estaba muerto, que estaba de parranda.


Paradoja 3. Conocida también como la paradoja “Si vuelvo a oír a un emprendedor  reviento” o “Hasta los huevos de los putos emprendedores y los putos desafíos y las putas oportunidades”. Cuando el sistema de la búsqueda del beneficio a corto plazo sin compromisos colectivos, reglas, controles colectivos nos lleva a la ruina, cuando el asalto de unos pocos a los terrenos lentamente conquistados por los muchos adopta proporciones de revolución a la inversa (desmantelar la educación pública ahorra 3000 millones, reflotar Bankia –privada, y lo seguirá siendo, no la estamos comprando- cuesta entre 5 y 10000 millones), los medios, paradójicamente, nos ofrecen como salida redoblar los valores que causaron la ruina. Ver la crisis como una tierra de oportunidades para los más listos, mostrar ejemplos de los que “cambiaron su vida”, empezaron negocios, se mudaron, pusieron en marcha grandes proyectos, triunfaron individualmente, en fin. Los emprendedores de los cojones, resumiendo.
Y no es que a mí no me caiga simpático, como a todos, durante diez minutos, ese chico catalán que creó un programa informático y nos vende espíritu positivo y actitud dinámica. Seguramente él no es consciente de ser parte del problema, y no tiene la culpa de que le den tanta cancha y acabemos hartos de él, de su cara y su “mensaje”. Es que no queremos mensajes. No hace falta decir que la mayoría aplastante de las personas de este país no podrían ser emprendedores, aunque quisieran. No hace falta decir que reforzar los valores del individualismo a ultranza, de “puedes triunfar si te lo propones”, “aprovecha las oportunidades” tiene como corolario “sálvese quien pueda”, “perdemos todos pero ganas tú solo”, no hay nada que revisar como colectivo, como conjunto, como “nosotros”. Todo depende de ti.
 La paradoja se redondea con una coda: las historias de los dizque triunfadores-sonrientes-emprendequeteemprende son individuales, pero los tiburones son siempre un grupo anónimo y fantasmagórico: los mercados, los fondos de inversión, las grandes instituciones financieras. Los que están tras la especulación,  los que sí han triunfado con esta situación, los que han engordado su cuenta con el desempleo y la pérdida de derechos de millones…esos no tienen nombre, ni cara. Su historia de superación y “emprendimiento” (por favor, que alguien someta a tortura al creador del palabro, por ejemplo viendo en un bucle sin fin un discurso de motivación –coaching, diría él-) se nos escatima, seguramente por nuestro bien. No soportaríamos ver qué poquitos son, qué absurdamente natural es para ellos la filosofía del esfuerzo individual, del aprovechamiento de las oportunidades.

lunes, 16 de abril de 2012

Fracasando, que es gerundio (un álbum)- I


Instituto público. Hace más de veinte años.

      Era menudo, calvo, y parecía haberse desanclado del movimiento terrestre. Su cuerpo y su voz transmitían una quietud ajena a la perpetua agitación en la que nosotros habitábamos. Sólo sus ojos tendían, a veces, un puente con nuestro mundo, cuando desde la tarima ordenaba leer a los ausentes:
“Señor Navarro Pastor, lea. ¿No? ¿No sabe? Bien, entonces, señor Pérez Pellín, lea.” 
     Una vez todos los pupitres vacíos se habían negado a obedecer y cada uno de los presentes estábamos ya reprimiendo la risa, con la voz saliendo directamente de los ojos hacía un comentario sobre lo preocupante de no saber leer a esas alturas del bachillerato. Al final, ante la incomprensible incapacidad lectora de los que no estaban, él mismo nos ofrecía en voz alta fragmentos de los autores que íbamos a tratar en clase, o de los que habíamos visto el día anterior. No he olvidado la sensación de no poder controlar mis carcajadas escuchando La “tournée” de Dios, o la de verdadero pasmo ante el millón de cadáveres de Dámaso Alonso. Sólo mucho después, cuando leí a Pennac hablar de un profesor que también le leía, entendí lo extraordinario de aquellas clases de literatura.
         Aranda nos ofrecía un fluido perdido desde las lecturas de la infancia, un fluido donde, al abandonarse, el mundo se veía mejor, casi a salvo, como si hubiéramos logrado desanclarnos de la gravedad terrestre y movernos en otro espacio con dimensiones infinitas que, sin embargo, tenían algún sentido. Los pupitres eran verdes, creo. Todavía compadecemos a los que se quedaban en casa, o en la cafetería, y eran llamados a leer. Por una vez, los afortunados éramos nosotros.

domingo, 8 de abril de 2012

Para que luego digan que la procesión va por dentro

    (Música de Las Leandras)
 El obispo de Alcalá
 con el yugo almidonao
y las flechas apoyás en la caderaaaaaaa

Perdonen el introito musical, pero era "obligao". Con ese desparpajo que tiene la conferencia episcopal y que tantas úlceras nos lleva ocasionadas a tantos, esta semana el susodicho sujeto ha aportado un elemento clave a la taxonomía de la gilipollez, que nos permite establecer tres grados :
SE PUEDE SER
a) gilipollas
b)muy gilipollas
c) obispo de Alcalá

  Dicho lo cual, tengo que confesar que ni la semana santa post-mayoría absoluta (con su Cospedal costalera, su Cospedal manola, su Cospedal público plañidero... todas ellas muñecas con destino a la siguiente campaña navideña de juguetes: la barbi cospedal vendrá con todos esos atuendos y uno opcional de dominatrix, que lleva de complementos unas botas negras altas, unas tijeras modelo "recorte de mi vida" y un obrero con bozal que por el salario mínimo de Vietnam se deja hacer de todo) ha conseguido despertar en mí el talento a la Marías que esperaba. Hay que admitir el fracaso, en este caso el mío como escritor de blogs cutres, pero también hay que admitir el fracaso como cascarrabias. No soy lo bastante bilioso  ni para que mi cabreo dé para una entrada atea en condiciones. Y eso que hay quien me dice (ten amigos...) que soy muy ateo. Me hace gracia, porque no veo la gradación. Es como cuando dicen que X "es muy creyente"...no funciona. En la oposición creyente/no creyente no hay matices, lo siento. Puede uno ser después más o menos observante de una determinada religión, puede ser más o menos practicante de los ritos que establece, pero creyente se es o no se es. Y yo no soy. Ni mucho ni poco. Y me sé perteneciente a una determinada cultura, marcadamente cristiana, que condiciona parte de mis ideas y muchos de mis escasos conocimientos.Y además, procuro respetar intelectualmente (el otro respeto se da por supuesto: de la tolerancia o falta de animadversión por las flaquezas ajenas, como por las propias, no hace falta hablar) a los deístas, sean más o menos cercanos al judaísmo, al cristianismo, al islam o al budismo (de todas ellas he conocido renegados pero creyentes, deístas merecedores de admiración). Los respeto porque siendo creyentes emplean sus instrumentos humanos, principalmente verbales, para pensar y sentir,  y eso les aleja, necesariamente, de las religiones y sus textos e instituciones, pero no de la espiritualidad. No marcan líneas rojas tras las que es imposible la discusión, no consideran nada intocable o indiscutible, más acá, o más allá de su fe. En cambio, lo siento, no puedo otorgar el mismo respeto intelectual a los que creen en la resurrección, en los viajes en burras aladas, en la virginidad de una madre, en un señor que vive nosecuántosaños en el vientre de su madre (¡meditando!, será cabrón...) y, en fin, en dioses vengativos, desesperadamente humanos en su concepción, prejuicios, violencias, deseos y mandatos. 


     O sea, que la semana santa, vista con un mínimo de distancia es tan delirante que no merece ni una entrada cabreada, ni un artículo que añadir a los doscientos o trescientos que ya ha escrito Javier Marías sobre la toma de las calles, las autoridades consentidoras, etc.(repito, por si alguien se ofende, mi admiración por el escritor, pese a su pesadez y desgana creciente como articulista). La mejor prueba: prueben a explicarle la semana santa a alguien que desconozca casi por completo la iconografía y la mitología cristianas. Un joven sintoista o animista poco versado en religiones "occidentales", o un niño español educado al margen de cualquier adoctrinamiento religioso. Yo lo he hecho varias veces, y esta semana me he visto otra vez en la tesitura, con la particularidad de que se trataba de mi hijo. No voy a entrar en detalles, pero pónganse en la situación, piensen en explicar la semana santa desde cero a un alienígena, y escuchen cómo suena su explicación. Baste decir que el niño dijo, con sorna: "y yo que pensaba que eran cocineros ninja", y a mí solo se me ocurrió que su broma o la imagen que estaba construyendo en su cabeza, en realidad, tenían mucho más sentido que mi relato, y que puedo estar tranquilo: quizá yo no pueda escribir ni un blog decente, pero si puedo ir anotando sus ideas, mi hijo lo hará por mí...

viernes, 6 de abril de 2012

¡Vaya semanita (santa)!

   Como quiero parecerme a Javier Marías, pero no tengo ni su talento como escritor ni la profundidad de su mirada (y eso que he probado ante el espejo; tantas veces...), voy a sumergirme varias horas en el centro de esta ciudad, pequeña, pero convenientemente caótica y llenita de turistas en busca de playa. Con un poco de suerte, conseguiré tener problemas de aparcamiento, problemas para llegar a mi destino, problemas para encontrar lo que busco y, a poco que se dé bien, lograré cabrearme a conciencia por la invasión católica de las calles. Con esa energía renovada (uno piensa que, con la edad, el odio y el desprecio a la iglesia, como casi todos los odios, pierde calor, pero solo hace falta un poco de aire para que las ascuas vuelvan a prender la madera reseca), con ese nuevo furor escribiré, al fin, una gran entrada en el blog en la que dar rienda suelta a una brillantez y un ingenio desbordantes, que anidan en alguna parte de mi ser y no se deciden a alzar el vuelo. Ya está bien de malbaratar mi bilis con el yoga, la homeopatía, o los nuevosnovísimosnuevecitosnarradores. Es hora de abordar las procesiones. Estén atentos. La entrada, si llega a existir, tiene ya título: "Para que luego digan que la procesión va por dentro".