lunes, 5 de diciembre de 2011

THE WALKING DEAD

                                    Me gustas cuando palmas porque estás como ausente…

              
    No, esta entrada no es sobre Zapatero. Lo prometo. Tampoco sobre la recién casada de Alba, ni, aunque el título del post pueda llamar a engaño, sobre las desfilantes de la pasarela de Milán. No. Estamos aquí para hablar de una serie de televisión. Una con despliegue generoso de huesos mondados, pieles colgantes, brazos arrancados y mejillas descarnadas (literalmente). Una donde la perfección en la creación de zombis y la efectividad del suspense, el susto y la violencia extrema son paralelas a una pobreza de diálogos que hace pensar si no habrán sido escritos por uno de los caminantes protagonistas. Eso sí, siempre, digámoslo como los críticos de cine, “con una factura impecable y un ritmo trepidante”. Uno no puede dejar de mirar, pero odia querer mirar, como “Sálvame” pero con vísceras…bueno, como “Sálvame”, a secas. 


Se trata de la enésima reconstrucción del llanero solitario y de la épica del individuo, tan querida para la industria cultural norteamericana, pero con una vuelta de tuerca: con los nativos americanos, los soviéticos, los chinos, los japoneses o los terroristas islámicos (todos ellos malos-malísimos-malérrimos) la cosificación, la despersonalización no podía ser completa, y por tanto la violencia, la saña, la inhumanidad en el trato al enemigo tenía algún límite. Los marcianos, aliens, etc. no valen, porque pese al esfuerzo por dibujarlos/construirlos como seres antropomorfos (tan eficiente que ya no caben de otro modo en la imaginación colectiva), no dejan de parecer bichos infectos y, claro, matar bichos no es lo mismo que matar terroristas. 

Los zombis, los fiambres caminantes molan mucho más. Antes fueron personas. Todavía lo parecen, en diferentes grados: algunos, apenas desfigurados, solo andan un poco raro, tal si Fraga hubiera perdido la corbata; otros parecen esqueletos sobrantes de la decoración de Halloween de una serie infantil a los que les han echado por encima una chaqueta –en la post-muerte refresca por las noches-. Pero todos, confeccionados con un realismo y un preciosismo indiscutibles, son el enemigo ideal del grupo de supervivientes, sobre todo de su líder y el correspondiente escudero: pese a haber sido humanos, al atravesarles la cara con una flecha, empalarlos o reventarlos a tiros no cabe la duda, el remordimiento, el trato digno. El asco puede alcanzar cotas altísimas en prime time sin herir ninguna sensibilidad. Incluso cuando se trata de un personaje que ya conocíamos y al que alguien querría no matar, su inconfundible yo-zombi deja bien claro, con la cara de pasmo y los ojos inexpresivos, como si se le hubiera ido la mano en la lectura de libros de autoayuda o en las clases de kundalini yoga (un día hablaremos del tema, que hemos abandonado desde nuestra incursión, hace ya meses, en el yoga de la unidad)...deja bien claro, decía, que solo cabe la eliminación, el mamporro mortal sin titubeos. 

No sé si el cómic original es distinto.  En la serie, en medio del caos poblado de muertos vivientes en manadas, los vivos, estadounidenses ellos,  demuestran que hasta el último cajero de un banco esconde un guerrero implacable capaz de sobrevivir en circunstancias extremas. El culto a la violencia y a las armas, la visión reaccionaria, sexista, racista e individualista de la industria cultural estadounidense se reproducen aquí casi sin variaciones, y, así, no puede sino enganchar: muchos, en muchas partes del mundo, crecimos con esa narración, encaja como un guante de seda ensangrentado en nuestro horizonte de expectativas. De hecho, solo le faltan las persecuciones de coches o motos, porque, al parecer, después de muertos nos quitan todos los puntos del carné.
Quería terminar como he empezado, con un verso amoroso, y me ha venido el famoso poema de Dulce María Loynaz:, “Si me quieres, quiéreme entera”, pero no es apropiado para las enamoradas con cadaverina.  Sí es apropiado, tanto que se diría que Blas de Otero había visto la serie, aquel soneto llamado “Un relámpago apenas”:

Besas como si fueras a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas...

10 comentarios:

  1. Que pasa, ¿que no eres serieadicto? mira que eres raro Preocupín ...seguro que hasta lees a escondidas!!

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  2. Gracias por tu paso por la Cueva :) Me gusta mucho que se le haga un homenaje a Tip y todavía me gustan más las miradas de "hay que joderse". De la serie no sé na...no veo la tele. No porque que no quiera, eh? Sino porque no me dejan ;)

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  3. "el mamporro mortal sin titubeos": espléndido endecasílabo, sí señor.

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  4. Guisante: serieadicto no, pero sí que veo alguna que otra (las hay muy buenas, como Mad Men)y sin vergüenza, además. De lo de leer... que no se entere nadie, por favor, qué van a pensar de mí...
    Alma: si no te dejan ver la tele prueba con las sombras chinescas... tienen el mismo contenido artístico y no dañan la vista. Un saludo.
    Anónimo: gracias por hacérmelo ver. Ahora no puedo parar de pensar en juegos (pido de antemano perdón a los admiradores de los poetas empleados) con ese endecasílabo:
    "el mamporro mortal sin titubeos
    donde el amor inventa su infinito"

    "tú, mamporro mortal sin titubeos
    que acongojas el cielo con tu lanza"

    el mamporrro mortal sin titubeos
    sombra que me llevare el blanco día

    y así sucesivamente (me dan ganas de hacer una entrada solo con variantes). Un abrazo a los comentaristas. Me pasa como a Lansky, me gusta que haya comentarios, no lo puedo evitar.

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  5. ¡Eres muy bueno! que no benevolente.

    Ah, y no me cabía duda de que detrás del último cajero automático, habría también un guerrero implacable... faltaría más, ejem.

    ¡Bravo!

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  6. Gracias, S. Sunshine, que no te quepa duda...hasta van a caballo...Un saludo.

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  7. The Wire, Mad Men y alguna otra como Treme, Los Soprano o Pacific no son sólo muy buenas series de TV (HBO y por cable originalmente, mira que casualidad, la tele generalista USA es igual de mala que aquí o el triple porque hay muchos más canales), no son sólo eso, digo, sino que representan el mejor cine que se hace hoy día en Estados Unidos.

    He dicho

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  8. Tenía curiosidad por echarle un vistazo desde que una sobrina adicta me dijo que uno de los personajes era igual que voy a ser yo dentro de unos años -espero que no tuviera el mal gusto de referirse a uno de los zombies- pero la cosa de los muertos vivientes nunca me ha caído simpática, y tu crítica ha acabado de desanimarme. Me quedaré con la curiosidad.

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  9. Preocupín:

    En mi opinión me haces una lectura demasiado literal, por supuesto que utilizo el término 'anacrónico' en su sentido menos estrcito, y lo que tu vienes a decir del no-anacronismo de Lucrecio es precisamente la definición de clásico: lo que no pasa de moda, pero porque no está sujeto a modas

    Gracias a todos

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  10. Vanbrugh: hay que reconocer que está hecha con una perfección técnica incuestionable, y en el potaje de su planteamiento y guión han puesto todo lo esencial para que un producto de masas funcione, sin sorprender en absoluto(la sorpresa permanente es lo menos sorprendente del mundo, igual que la monotonía y la uniformidad total asoman tras la falta de rutina y de normas/patrones). Eso sí, por si la vuelvo a ver, aclárame quién es tu sosias del futuro y así tengo un motivo de interés...

    Lansky, respecto del "anacronismo" de tu blog... es tentador ir hacia atrás como si allí estuviera algo ajeno a la moda, al "correr de los tiempos", pero no existe tal. En cada época han convivido los que corren tras cualquier novedad, los que corren hacia atrás buscando un paraíso perdido, y una mayoría que camina adaptando el paso entre lo que era y lo que será, corriendo a ratos, descansando a ratos... en arte, de acuerdo contigo en que un clásico no está sujeto a modas, pero sí sujeto a cambios, al influjo del futuro, que es lo que quería decir con mi parrafada de Eliot. De todos modos, no me hagas mucho caso, que estoy muy plasta y tengo envidia de esos paseos tuyos por la meseta...

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