miércoles, 31 de agosto de 2011

¡Que viene septiembre! ¡Que viene septiembre!


      Pues que venga, que aquí le esperamos. No nos va a pillar por sorpresa: venid, noticias obligatorias (el coste de la vuelta al cole, el índice de peticiones de divorcio tras las vacaciones); venid, consejos para superar el “síndrome post-vacacional” (sic); venid, oleada de fascículos; venid, dietas milagro… Estamos preparados. 
       Yo he comprado ya una miniatura del Quijote “de colección”. Hay. Palabra que hay. Como hay tazas “de colección”. Dedales “de colección”. Inevitable preguntarse, desde la ignorancia cándida (digamos tipo profesor de biodanza), ¿no es todo lo que se colecciona “de colección”? Si colecciono escobillas para limpiar retretes, no se convierten, por mi acto,  en escobillas “de colección”?¿Por qué entonces el pleonasmo? Es como hablar a estas alturas de prensa partidista o de industria cultural. ¿Hace falta tanta reiteración? ¿Es porque no podemos hablar mejor, o porque no podemos renunciar a la familiaridad de la redundancia, a la rutina rutinaria? O es que la gilipollez es como un inmenso imán, o como una pendiente engrasada, y cuando queremos darnos cuenta ya nos ha arrastrado, nos hemos precipitado, y hemos dicho lo que no queríamos decir. 
O sea, alguien de inteligencia media que se dedica a cantar o actuar está contestando a la consabida pregunta sobre la fama y, a poco que se descuide, le sale la expresión “vida personal”. Es posible que incluso durante un instante dude, sospeche que podría evitar la gilipollez, pero no, la gilipollez es ya imparable y sale de corrido, sin que se la pueda controlar: “si sabes separar lo que corresponde a tu vida personal, todo va bien”.Hala, la vida personal. Quién sabe cuál será la otra vida que tiene esta ¿persona? No podemos culparle, es inevitable, quién se mantiene a pie firme en esa pendiente: “voy a rehacer mi vida”,“todos somos Pepito Pérez (póngase el nombre del damnificado/a de turno)”, “no tengo nada que reprocharme, porque lo he dado todo”, “voy a perseguir mi sueño”, “hay que pensar en positivo”, “las crisis hay que verlas como una oportunidad”, “estuvo a punto de morir de éxito” ,“mejora tu salud corporal”.  Ahora que lo pienso, cuando alguien me pregunte qué tal de salud, contestaré: “¿cuál, la corporal?” Seguro que quedo fetén.
             Dicho todo lo anterior, y para no pecar de sobrado, dejo constancia de que yo también preferiría un agosto de 35 días y un septiembre de 25, y de que estoy dispuesto a llorar como el que más por la vuelta al trabajo, pero eso sí, en privado y sin llamar a mi desdicha “depresión” o “Síndrome” postvacacional, ni refugiarme en los brazos de Louise Hay o (me erizo solo de teclearlo) Jorge Bucay. No hace falta, porque ahora con leer los suplementos dominicales ya nos facilitan unos comprimidos de esa sabiduría enlatada contemporánea, que tan bien nos vienen. Así, gracias a EPS ahora dispongo de unas instrucciones sencillas para recuperar la dignidad:
“Primero averigüe su deseo esencial y lo que es bueno para usted. Alinee sus deseos con lo que realmente quiere. Así no se dejará llevar por otros deseos que supongan una huida ni una distracción. Finalmente céntrese en este compromiso. Con ello se fortalece, se siente seguro, y su caminar por el mundo es más digno.”
Tenía intención de escribir pronto una entrada sobre las últimas investigaciones que consideran a Mateo Morral el “hombre de paja” de Mourinho en el atentado contra Alfonso XIII, pero quizá me retrase, porque estaré averiguando mi deseo esencial y lo que es bueno para mí. Así me centraré, me fortaleceré y me sentiré más seguro para la vuelta al cole. Igual de paso mejoran mi salud corporal y mi vida personal y logro una dignidad de colección.

viernes, 26 de agosto de 2011

Breviario de verano- 2011

  1. Los veranos con canción del verano eran mejores.
  2. Mourinho no mató a Kennedy, aunque lo parezca. Está casi descartada su participación en el holocausto.
  3. Los niños que nacen al sur de los Pirineos tienen alguna malformación genética que les obliga a superar, siempre, irremediablemente, los 120 decibelios y les impide dormir antes de la una de la mañana.
  4. En el siglo XXI, los niños de clase media de los países occidentales son más grandes, incluso recién nacidos: de ahí que no puedan caber en un coche utilitario y nazcan con la letra del monovolumen o el todoterreno debajo del brazo.
  5. Las medusas invaden las playas para sumarse a la persecución sangrienta y tenaz de los católicos, víctimas candorosas de la intolerancia laica y el método Ogino.
  6. Las nuevas heladerías y tiendas de yogur helado son oficinas secretas de espías de Alfa-Centauri que están estudiando nuestro comportamiento. Solo así se explica su blancura inquietante y su proliferación.
  7. Hay niños de países “periféricos” que insisten en dormir con alguna luz encendida, por miedo a que vengan “los mercados” en plena noche y se lo quiten todo. Ángela Merkel se la apaga para contener el gasto y amenaza con reformarles el dormitorio para que el interruptor de la luz esté fuera de su alcance. A los niños el miedo solo se les calma rezando despacito: "Creo en el FMI , padre todopoderoso, creador del cielo y el infierno, creo en el BCE, su único hijo…”
  8. Definitivamente, Mourinho no trucó el motor del Challenger, pero se investiga su participación en el complot contra Julio César. De hecho, hay investigadores que defienden que sus últimas palabras fueron, en realidad: “Tu quoque, Jose, filii mei”.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Pajilleros viajeros


“Muslamen, muslamen, muslamen en la televisión,
Muslamen y peramen, para el pajillero solterón…”
                                               El sobrino del diablo

          Poco hay que añadir a la canción del Sobrino, excepto quizá ampliar el espectro de pajilleros que forman el “target” televisivo (¿sólo solterones? ¿sólo hombres?) de tanta carnaza.  Y hacer una breve lista de respingos.
          Primer respingo: asuntos de género, que no precisan casi comentario. Bueno, a veces también asoman algunos muchachos musculosos con bañadores apretados, pero la tele de verano se puebla principalmente de protuberancias y redondeces femeninas, que son a los programas veraniegos lo que los insultos y las burradas al discurso de los tertulianos de la TDT: gratuitos, demasiados, repetitivos, pero esenciales para ocultar el vacío y no pensar, porque hasta ahí podíamos llegar. 
Las playas, por supuesto, son el principal objetivo. De todos es sabido que en todos los kilómetros de costa de este país no hay personas entre los veinticinco y los setenta años: solo tías/tíos buenos de veinte con ganas de fiesta y señoras de más de setenta (con bañador de flores, claro está) que cacarean y enseñan los dientes. A la playa se va a bailar en chiringuitos de moda con la música a todo trapo o a comer magro con tomate que sale de unos tuperwares de los años ochenta. Nada más. Si os parece que habéis visto otro tipo de seres o actividades, es un espejismo. No vayáis a poner en duda la realidad televisiva por una débil ilusión de vuestros sentidos, y menos en la “época estival” (si así dicen siempre en la tele será porque así se llama). Pero sucede que la estupidez nacional no es suficiente para abastecer tanto programa, y surge una mezcla de Españoles por el mundo y Arena mix que nos muestra la gilipollez en otras playas de Europa, Asia y América: Portugal, Tailandia, Croacia, Malta, Colombia…donde se reproduce el mismo tipo de comportamientos y criaturas. Estos programas podrían bien llamarse “Pajilleros Viajeros”, porque el nombre resume el contenido, o la falta de contenido, del formato.  Sirven, de paso, para confirmar algo que todos sospechábamos: la ubicuidad de la gilipollez, que junto a su infinita perfectibilidad (que ya comentamos) forman  la trinidad de sus características: perfectibilidad, ubicuidad y comunicabilidad (nadie es gilipollas para uno mismo, nos hace falta público).
Y ahí llega el segundo respingo. El peor. Los bronceados cuerpos que se contorsionan bailando en la playa al son del último dj-gurú alojan algunas sinapsis, no muchas, pero algunas, y laringes, y pasa lo que tiene que pasar: hablan. Ríen. Gritan. Vuelven a gritar. Vuelven a hablar, o algo parecido. Y otra vez a gritar. Y no sé si será grave, o me lo tengo que hacer ver, pero de inmediato sé que si voy a la playa debo dirigirme a la zona de las señoras  con bañadores estampados. Ya he buscado una receta de pisto por Internet  y le he pedido a mi madre el libro de Saber Vivir, para estar preparado y tener conversación.

lunes, 8 de agosto de 2011

Principios

     Hay mucha gente que no compra lotería. Nada que objetar. Pero es que muchos de ellos no compran porque va contra sus principios (lo juro, lo he oído): unos, porque es un fracaso de la inteligencia; otros, porque es un mecanismo represor indirecto del capitalismo a los trabajadores. Hay quien no va a la playa por principios. Como lo oís. Quien, por principios, no toma antibióticos, o hace un esfuerzo denodado para pasarlo mal en Navidad. Los hay que no leen nada escrito por un autor premiado, por alguien que publique en tal o cual periódico, o incluso los que dicen que ellos solo leen clásicos, que no leen a ningún autor que esté vivo (os prometo que sí, que me han dicho esto sin despeinarse). Una vez un muchacho, inteligente y limpio por lo demás, me espetó que no valía la pena, a estas alturas de la historia literaria, leer nada que no estuviera escrito bajo los efectos de una droga. Decenas de aspirantes a poeta han afirmado, en mi presencia, que no leen nada que no sea comprometido, que no esté escrito para “cambiar el mundo”, así, modestamente. Hay quien dice que el Quijote está sobrevalorado, y que García Márquez no es para tanto. Pero no todo es literatura. Hay principios insobornables que impiden a algunos tener teléfono móvil, o Facebook, o asistir a una boda (de la corbata no hablemos, que genera un aluvión de solidísimos principios en contra). Hay quien abomina del voto, o de los sindicatos, porque la pureza de sus principios les mantiene lejos de cualquier contaminación. Hay, lo juro, así se me caiga el poco pelo que me queda, gente que por ser coherente no escucha a tal grupo o cantante, aunque le guste, porque ha opinado algo equivocado, ha triunfado con un disco o, desliz imperdonable, ha cambiado de estilo.
     Ya sé qué piensan: que tanta energía, tanta determinación serían dignas de mejor causa. Pero hay algo más. El corolario, la consecuencia lógica de tanto principio es que toda esa gente cree en la coherencia individual, que es como creer en el Monstruo del Lago Ness o en la Inmaculada Concepción pero con menos iconografía y más caída de ojos. Desde aquí hago un llamamiento, aunque sea un llamamiento discreto, a los que tienen por compañía la tibia razón, que pocas veces construye principios inconmovibles: no nos dejemos avasallar, defendamos nuestra tímida incoherencia y la fragilidad o inexistencia de nuestros graves principios, cuando no sean los narrativos. Tengamos el valor de decir estamos hartos de tanta certeza, de tanta fatuidad, de tantas ganas de distinguirse, justificarse, envanecerse. Que pueden hacerse un collar con sus principios, ponérselo al cuello para que todos lo veamos, pero dejándonos en paz disfrutando de no tener criterio…
       Terminaría esta entrada con un par de palabras malsonantes, con una cita bien traída, o con algo gracioso y que cerrara el texto como un broche brillante, pero no voy a hacerlo, porque va contra mis principios…