La semana pasada, en un hito marcado ya a fuego sobre la historia de los medios de este país, alguien reconoció no saber nada de un tema y no tener una opinión formada sobre él. Como os lo cuento. Se trataba del antropólogo Manuel Delgado, colaborador habitual de La Ventana, en la Ser. Desde ahora, lo deberíamos llamar San Manuel, aunque eso nos traiga confusiones unamunianas que haya que capear, porque este hombre es un héroe, más aún, un superhéroe; no solo rara avis, un ave zancuda (referencia poética que solo unos happy few pichacortas sabrán apreciar: si de pájaros hablo...); un semidiós; una auténtica pieza de museo en todos los medios, audiovisuales o escritos, digitales o analógicos de este país. ¿Dijo “no sé”, “no tengo opinión” y no se acabó el mundo? ¡Lo hizo! Lo oyeron mis oídos y lo festejaron mis cinco neuronas (tengo otras cinco en barbecho, no me tomen por descerebrado). Por inaudito que sea, podría darse el caso de que cundiera el ejemplo. Por eso me he sentido en la obligación de dejar constancia del suceso, con la esperanza de que pueda servir de espejo en el que mirarse para otros tertulianos. Por eso y también por si no vuelve a repetirse en mi -espero- todavía larga vida, como el paso del cometa Halley, que ya con seguridad no va a pillarme de pie.
No hablo de internet y los blogs, cuya misma esencia es el yoestoyaquinooshabíaisenteradocapulloshacedmecasoquesoyunputogenio. O sea, todo dios hablando de lo que no sabe. Eso sí, he observado que, en general los internautas se especializan en una ignorancia concreta. Así, pongamos por caso, alguien que no sabe mucho de literatura, menos aún de teoría o crítica literarias, se especializa en reseñas de libros, centrando su desconocimiento en un área que llega a desconocer con gran profundidad. Los que evitamos esa especialización somos pocos, procurando sumar a la desfachatez del desconocimiento el lucirlo ecuménico, despeinado y con chorreras. No puedo, ni quiero, evitar esta sensación de superioridad que proporciona la variedad y la amplitud, vastísima, de mis ignorancias, del mismo modo que se me levanta imperceptiblemente el mentón de orgullo al poder demostrar que, como decía un amigo hace años, soy polidiota: puedo ser gilipollas en varios idiomas. Mucho. Muy gilipollas.
Ahora bien, hay quien en internet SABE que no sabe, es consciente de estar opinando sobre un tema que no domina, que le supera y para el que cierta formación sería recomendable, pero, oye, entretiene, da gustito el opinionismo, sube la moral, y hay incluso quien puede encontrar un ligue, o, por lo menos, echar unas risas con gente majica. Y luego están los que NO SABEN que NO SABEN. Por eso dan tanta pena las discusiones enconadas, las pataletas, los pontificantes, y por eso un blog, un foro, los comentarios de un periódico, un puto feisbuk y demás artilugios nunca podrán estar a la altura de la amorosa felicidad de las discusiones de barra, donde las cañas, los vinos o los cafés engrasan cualquier pedantería, suavizan con un guiño cualquier boutade y nos devuelven nuestra propia caricatura de inmediato si nos hemos pasado de lapidarios y contundentes en algo que, después de todo, estamos muy lejos de saber con seguridad. Escrita, y sobre todo escrita a vuelapluma (hablo de de blogs donde se mantiene en general un gran nivel de discurso y casi siempre una educación intachable, islas en medio del océano de oligofrenia que es la Red), una opinión siempre parece más terminada de lo que querríamos, y solo el humor y una sabia gestión de las ignorancias salva los debates cibernéticos del patetismo y la estulticia de las tertulias televisivas y radiofónicas, cuando los salva.
Habrá quien diga que me pongo crepuscular, nostálgico, y que en la realidad digital no hay ninguna cochambre que no estuviera ya en la analógica. Vendrá algún lectoespectador con flequillo a decir que soy un rancio, y seguramente tendrá razón. YO NO SOY MODERNO, que decía El sobrino del diablo. Ni quiero seeerlooooo (qué pena que no sé colgar podcasts, si no, os la canto de verdad). Pero la verdad es que no es lo mismo que un erudito a la violeta opine en un bar que en la red, entre otras cosas porque luego no podemos obligarle a invitarnos a las cañas para compensarnos su onanismo intelectual. Y que conste que sé de lo que hablo. Que llevo muchas cañas pagadas...
¡¡¡OLEEE!!!
ResponderEliminarHermosísimo canto a los blogs, sí señor. Con la inmodestia intempestiva que me caracteriza me he sentido retratado con gran exactitud en esa desfachatez del desconocimiento que lo luce, además, ecuménico, despeinado y con chorreras. ¡Ahí voy yo, ahí voy yo!, como decía aquel señor cuando el orador anunciaba su propósito de cerrar las casas de lenocinio. Y claro, para mantener el tipo he tenido que redondear la impertinencia viniendo aquí a contarlo. Firmo debajo.
ResponderEliminarSigo diciendo 'Olé', pero al hilo del comentario de Vanbrugh debo añadir que el nivel de ignorancia, incompetencia, amateurismo de bajo nivel y demás es muy similar en la prensa 'seria' impresa y/o digital. Yo, al menos, no aprecio demasiadas diferencias, salvo, quizás, que en la prensa escrita encuentro casos ejemplares de columnas y reportajes concretos estupendos, pero no cabeceras o medios en su conjunto; en cambio, entre los blogs sí, aunque siempre sean los menos.
EliminarHombre, Vanbrugh, se agradece la impertinencia.
ResponderEliminarLansky, si los blogs de nivel son los menos, la diferencia con la prensa escrita no es tal: un blog - una voz, no hace la blogosfera, como un buen articulista o un crítico serio no hacen un periódico, que suelen ser, como la blogosfera, muy irregulares y mayoritariamente impresentables. Y como diría el señor de Vanbrugh, ¡ahí voy yo!, ¡ahí voy yo!
pues eso digo
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ResponderEliminarDiossssssssssssssssssss... No tengo ni idea de lite ni de crítica, ¡y me atrevo a escribir chorrireseñas en mi giliblog! :-)))))
Hombre, los blogs cumplen una función social muy útil: Un espacio dedicado al exhibicionismo para quitar de la calle a los que se abren la gabardina.
(¡Grande Manuel Delgado! Lo conocí cuando en los años 80 colaboraba en un programa radiofónico con Julia Otero.)
Saludos.
Toda la razón, Sap. Por lo menos estamos aquí, calentitos, y no delinquiendo por ahí, con el frío que hace...
ResponderEliminarClaro, hombre. Y estamos entretenidos y no andamos por los bares.
ResponderEliminarY encima alguno se cree que diseña él el post y no el blogger ese
EliminarTanto es que lo diseña el blogger, en el caso de los torpes como un servidor, que no tengo ni las agallas a enfrentarme a una mínima limpieza y redecoración: los gadgets me saldrían donde les dé la gana, los enlaces al revés, la música sin ton ni son, y de los post prehistóricos que me marco ni hablamos...
ResponderEliminarPreocupin.
EliminarLlévame la contraria hombre, qué bien, porque yo tampoco estoy de acuerdo contigo.
Los poderes públicos no tienen el menor interés, al contrario, en promover ciudadanos libres y con criterio, al contrario, porque va contra sus intereses: permanecer en sus privilegios. Por otra parte, los poderes públicos como mandados de los económicos sí tiene interés en formar profesionales eficaces
Lansky, si no te he discutido (ni en tu blog ni aquí) no ha sido por falta de ganas, sino de tiempo. Una cosa es lo que conviene al poder, y otra lo que hacen las instituciones educativas y sus trabajadores. No creo, como te dije, que sea incompatible formar profesionales y educar ciudadanos conscientes y críticos con afán por aprender por sí mismos durante y después de su educación formal. De hecho, creo que si lo hiciéramos bien, serían inseparables. Hasta ahora, mayoritariamente, no se ha hecho ni lo uno ni lo otro. Los críticos con Bolonia (que tiene cosas discutibles, claro) que blanden como una espada eso de la universidad que fomenta el conocimiento, la sabiduría independiente del mercado, el espíritu crítico, supongo que se refieren a una que soñaron o vieron en una peli, o en el teatro velado de su nostalgia, tan lejano a la realidad pasada o presente...
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