lunes, 26 de marzo de 2012

El imperio del flash naciente

        No, no voy a hablar de Japón, ni de los japoneses, o por lo menos no sólo de ellos. Hace mucho que no tienen la exclusiva de la obsesión fotográfica. Más que nunca, somos presa de una desesperada necesidad de dejar constancia, hacer registro, levantar acta de cada uno de nuestros movimientos por el mundo. No de hacer la foto que nos asalta de repente, o esa otra que cazamos nosotros tras acecharla un buen rato, o a veces varios días. No, eso no. Se trata de hacer diez fotos de cada puta piedra que vemos, de cada amanecer, puesta de sol, cafetería típica, estación de tren, fiesta o concierto por el que pasemos. Cumpleaños infantil (ay, si Dante los hubiera conocido antes de describir el infierno…), doscientas fotos. Fin de semana en balneario, trescientas. Puente largo en la costa o casita rural, quinientas. De los cruceros, viajes de una semana o lunas de miel, mejor ni hablamos, porque ahí ya nos lanzamos a las cercanías del millar. Desde luego, tiene que ver con la facilidad de las cámaras digitales, claro, pero también con esta tontuna tan comentada de las redes sociales, de la vida contada en tiempo real, sin procesar, sin digerir y, perdónenme la leve exageración, sin vivir. Y es que sabemos bien que todo lo que nos pasa no está igual de vivido, pero en este tiempo todo, absolutamente todo, está igual de contado, documentado, compartido. ¿Cómo saber entonces qué importaba y qué no? ¿Dónde estuvimos realmente y por dónde sólo pasamos? ¿Qué nos dejó algún poso, algún desafío o pregunta, y qué resbaló por el teflón de nuestra sensibilidad sobreestimulada? No hablo ya de esa tontería de ser viajero o ser turista. Todos somos turistas, sin excepción, a estas alturas. Pero ser turista no tiene que significar, necesariamente,  ser gilipollas, aunque a veces pueda parecerlo. 

Aunque ahora algunos no pueden permitírselo –quizá antes tampoco, pero no lo sabían- , eso no cambia sus deseos y expectativas: muchos, muchas veces, quieren viajar por “haber viajado”, como muchísima gente lee (lo dice, no recuerdo dónde, Prieto de Paula, como siempre sabiamente) por “haber leído” y,  sacrilegio sin par, los hay que follan por “haber follado”. Como si la vida fuera una gymkana de gilipollez donde ir poniendo cruces en las pruebas superadas. De ahí que se nos estén llenando los suplementos literarios y las librerías de escritores que no quieren escribir, sino ser escritores, haber escrito.  Lo de menos es el disfrute del momento, la dificultad, el proceso, el vértigo. Lo importante es la foto de después, la entrevista, la promoción, el twitter de los cojones. Pero volvamos a los viajes. Unos ejemplillos de esta tontería que os cuento. Es posible escuchar (juro que lo he oído) a quien, en Roma, ¡en Roma!, decidió no bajar del barco en un crucero, “porque ya había estado”. O a quien te mira mal si dices que en tus visitas a Nueva York nunca fuiste a las torres gemelas, o en París a Versalles, y  te mira desde la atalaya de su superioridad, de regreso de un viaje extenuante donde en tres días no dejó nada por marcar, donde reprodujo fielmente en su cámara digital la guía/lista de tareas, y te mira pensando,” ¿y qué coño hiciste tantos días? “, “vaya pérdida de tiempo y dinero”.  Lo curioso es que esa desfachatez toca también a algunos de los que se dicen ”alerta contra la masa y sus hábitos”, de modo que siempre, curiosamente, encuentran un momento mágico o especial donde se supone que debían encontrarlo. La puesta de sol en la playa de Bolonia (que sí, que es cojonuda, quién lo duda), la noche en el desierto, ese restaurante o café decadente que en las guías o en las webs garantiza el atisbo pintoresco, la sensación “auténtica”.  Sin pensar que ya lo llevábamos puesto, el momento mágico, o sería muy raro que nos esperara justo, para nuestra conveniencia, en esas tres horitas que nos quedaban antes de seguir la gymkana.  Que sólo faltaba una muchacha con sombrero y un cartel con flecha que dijera “Momentos mágicos ”.  Un puesto con “Souvenirs de su momento mágico”.  “Audioguía de su momento mágico”. Se da el caso de alguien que tuvo que ir al baño y se perdió su momento mágico porque ya había que poner en el GPSla dirección del restaurante decadente. 

Y ahora les tengo que dejar, que van a hacerme unas fotos unas chicas muy guapas y muy listas de Saitama porque quieren documentar que han visto al Cascarrabias Típico que sale en sus guías de viaje. Voy a ensayar mi mejor sonrisa, una que pueda disimular mi frustración y acritud inabarcables: es la que ya todos conocen como Sonrisa Javier Arenas. Verás cuánto tardo en llenar Facebook y Mixi.

jueves, 15 de marzo de 2012

Breviario de primavera 2012

1.       Ya, ya sé que la primavera no ha llegado, y que la ola de frío Cospedal tiene pinta de durar todavía bastante… pero a mí me hace falta que sea primavera, estamos a 18 grados, y este es mi puto blog, así que este es el breviario de primavera 2012.

2.       Cheesy fool, digo Fresy Pool, digo Twitty Cool o como se llame… todavía no es bestseller internacional, ni Antonio B, o Ibrahim Jiménez, o como se llame ha desbancado a Kate Morton  en la lista de novelistas multimillonarios y multifotografiados (y no sólo porque ella dé mejor en las fotos, con su pinta de mojigatilla saludable)… no, no lo ha conseguido todavía, pero… seguiremos informando.

3.       Debo adelantarme a las críticas y defenderme por adelantado, como hacen los nuevos narradores . Es que yo quiero ser uno de ellos cuando rejuvenezca: no, no los he leído, ni a Morton, ni a Fresy (en una librería, cómodamente, leí unas quince páginas y desistí) ni, de momento, tengo intención. Pero, como te digo una co te digo la o, si alguien fiable me convence de lo contrario, lo haré. Ya dijo Daniele Silvestri, “so´testardo, ma mica so´coione”.

4.       Desapareció Público, que sí, que era necesario, pero que, no olvidemos, era una empresa y como tal ha actuado desde el primer día hasta el último. El romanticismo queda para algunos de sus trabajadores y lectores, pero Público era/es una empresa, no un servicio público. Es que, a veces, parecía lo contrario, oyendo las conversaciones de bar, los debates radiofónicos y leyendo algunos textos del tipo “Todos somos Público” o “Salvemos Público”, como si de salvar a las ballenas o al lince se tratara.  Yo me sorprendí a mí mismo comprándolo mucho más que antes  para “ayudar”, como una colaboración con una ONG, y un poco culpable por no haberlo comprado lo suficiente cuando aún no agonizaba. No es solo que no tenga criterio, que no lo tengo, es que además el poco que tengo se tambalea en cuanto asoma la culpabilidad inducida.  Por otro lado, dejando la obviedad de que ahora hay menos pluralidad en el quiosco, que se escora aún más a la derecha (se han visto quioscos tan inclinados que empiezan a usar anclas en el otro lado para no volcarse), Público nos permitió leer algunos textos brillantes de Orejudo, de Reig (antes de invitarlo a salir: ya digo que era una empresa), de Isaac Rosa; pero también le dio una columna a Luna Miguel y otra a Arturo González, por poner solo dos casos de algunos de los textos más lamentables leídos en prensa en mucho tiempo. Y en el caso de Luna Miguel, por edad, es mucho más culpa del periódico que de ella.

5.       Hay un verdadero tumulto en Polonia, la República Checa, Rumanía e, incluso, un principio de movimiento en Vietnam y Laos, porque los trabajadores temen a la deslocalización de empresas que se mudarán a España, atraídas por las nuevas condiciones creadas por la Reforma Laboral. En paralelo, ha aumentado el volumen de negocio en tiendas de encuadernación, porque los trabajadores están encuadernando en masa los convenios colectivos y las sentencias de despido improcedente, convertidos ya en piezas de colección, en daguerrotipos de una época sellada en la memoria.

6.       Como no estoy de humor, ni tengo tiempo para cambiar de estado, este breviario, y quizá alguna de las próximas entradas, violarán sin pudor las normas no escritas de Regardé: si no tienes ni idea, por lo menos no te tomes en serio, o como diría mi amigo Santi, “si no conoces, no te pares”. Estoy pensando hasta en poner poemas… pero no se asusten, no creo que llegue la sangre al río, que bastante tiene ya el mundo con la mierda que inunda las librerías y los suplementos literarios. ¿O no? ¿No hace falta un buen camión de mierda para que las flores – que las hay, también bastantes- se disfruten en todo su esplendor? Ahí les dejo, dándole vueltas a tan novedosa y fulgurante apreciación… Preocupín Perogrullo, siempre a su servicio. 



e so' tenace

perché alla gente piace

ma è evidente

che con un coltello

mi puoi fa' cambia' opinione

aho, so' testardo

ma mica so' cojone