Pues que venga, que aquí le esperamos. No nos va a pillar por sorpresa: venid, noticias obligatorias (el coste de la vuelta al cole, el índice de peticiones de divorcio tras las vacaciones); venid, consejos para superar el “síndrome post-vacacional” (sic); venid, oleada de fascículos; venid, dietas milagro… Estamos preparados.
Yo he comprado ya una miniatura del Quijote “de colección”. Hay. Palabra que hay. Como hay tazas “de colección”. Dedales “de colección”. Inevitable preguntarse, desde la ignorancia cándida (digamos tipo profesor de biodanza), ¿no es todo lo que se colecciona “de colección”? Si colecciono escobillas para limpiar retretes, no se convierten, por mi acto, en escobillas “de colección”?¿Por qué entonces el pleonasmo? Es como hablar a estas alturas de prensa partidista o de industria cultural. ¿Hace falta tanta reiteración? ¿Es porque no podemos hablar mejor, o porque no podemos renunciar a la familiaridad de la redundancia, a la rutina rutinaria? O es que la gilipollez es como un inmenso imán, o como una pendiente engrasada, y cuando queremos darnos cuenta ya nos ha arrastrado, nos hemos precipitado, y hemos dicho lo que no queríamos decir.
O sea, alguien de inteligencia media que se dedica a cantar o actuar está contestando a la consabida pregunta sobre la fama y, a poco que se descuide, le sale la expresión “vida personal”. Es posible que incluso durante un instante dude, sospeche que podría evitar la gilipollez, pero no, la gilipollez es ya imparable y sale de corrido, sin que se la pueda controlar: “si sabes separar lo que corresponde a tu vida personal, todo va bien”.Hala, la vida personal. Quién sabe cuál será la otra vida que tiene esta ¿persona? No podemos culparle, es inevitable, quién se mantiene a pie firme en esa pendiente: “voy a rehacer mi vida”,“todos somos Pepito Pérez (póngase el nombre del damnificado/a de turno)”, “no tengo nada que reprocharme, porque lo he dado todo”, “voy a perseguir mi sueño”, “hay que pensar en positivo”, “las crisis hay que verlas como una oportunidad”, “estuvo a punto de morir de éxito” ,“mejora tu salud corporal”. Ahora que lo pienso, cuando alguien me pregunte qué tal de salud, contestaré: “¿cuál, la corporal?” Seguro que quedo fetén.
Dicho todo lo anterior, y para no pecar de sobrado, dejo constancia de que yo también preferiría un agosto de 35 días y un septiembre de 25, y de que estoy dispuesto a llorar como el que más por la vuelta al trabajo, pero eso sí, en privado y sin llamar a mi desdicha “depresión” o “Síndrome” postvacacional, ni refugiarme en los brazos de Louise Hay o (me erizo solo de teclearlo) Jorge Bucay. No hace falta, porque ahora con leer los suplementos dominicales ya nos facilitan unos comprimidos de esa sabiduría enlatada contemporánea, que tan bien nos vienen. Así, gracias a EPS ahora dispongo de unas instrucciones sencillas para recuperar la dignidad:
“Primero averigüe su deseo esencial y lo que es bueno para usted. Alinee sus deseos con lo que realmente quiere. Así no se dejará llevar por otros deseos que supongan una huida ni una distracción. Finalmente céntrese en este compromiso. Con ello se fortalece, se siente seguro, y su caminar por el mundo es más digno.”
Tenía intención de escribir pronto una entrada sobre las últimas investigaciones que consideran a Mateo Morral el “hombre de paja” de Mourinho en el atentado contra Alfonso XIII, pero quizá me retrase, porque estaré averiguando mi deseo esencial y lo que es bueno para mí. Así me centraré, me fortaleceré y me sentiré más seguro para la vuelta al cole. Igual de paso mejoran mi salud corporal y mi vida personal y logro una dignidad de colección.